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martes, 6 de diciembre de 2011

El enigma de las nieves: el Yeti

Perdido en las cordilleras del Himalaya habita uno de los críptidos más famosos del mundo: el Yeti. Junto con el Monstruo del Lago Ness y su primo americano el Bigfoot constituye una especie de trinidad de lo desconocido, estando presentes en multitud de manifestaciones de la cultura popular tanto en películas, como en series de televisión como en merchandising. 

Y al igual que con el monstruo lacustre escocés y el gigante peludo norteamericano, todas las expediciones que han ido a capturarlo o a traer pruebas fehacientes de su existencia han fracasado. Muchos de los que creen en el Yeti, presentan como pruebas fehacientes de su existencia algunas reliquias como cuero cabelludo, manos y pies que son custodiadas en templos budistas como reliquias. Sin embargo, estudios de ADN posteriores han demostrado que estas supuestas reliquias pertenecen a animales bien documentados por la ciencia como el Oso Pardo del Himalaya (Ursus Arctos Isabellinus) o el Marjor (Capra Falconeri).
Los primeros rumores de la existencia del Yeti datan de las primeras exploraciones europeas a comienzos del S.XIX. Desde entonces las teorías sobre su origen se han ido sucediendo a lo largo del tiempo, al mismo tiempo que las expediciones para buscarlo. Ninguna de ellas ha conseguido pruebas contundentes sobre su existencia más allá de unas cuantas huellas y las ya mencionadas reliquias custodiadas en templos.

Las descripciones de los testigos oculares, unidos a las pruebas aportadas por las expediciones enviadas a capturarle, ponían de manifiesto que el Yeti, era, ante todo, un ser simiesco. Por eso, las primeras teorías apuntaron a que el Yeti sería un pariente lejano del Orangután (Pongo Pygmaeus). El macho de esta especie (en la foto) se encuentra la capacidad del orangután de caminar de forma bípeda, así como una formidable fuerza física y un pelaje anaranjado que encajaría con las descripciones de cientos de testigos. 
De ser cierta esta teoría, sería el primer gran simio que se encuentra en grandes alturas. Los simios ya han demostrado que pueden vivir en climas mucho más fríos, tal es el caso del Macaco Japonés (Macaca Fruscata) o el Mono de Gibraltar (Macaca Sylvanus).
En contra de esta teoría se encuentra el hecho de que al contrario que las colinas japonesas o el Peñón de Gibraltar, el Himalaya no da frutos durante todo el año como para mantener a una población de simios de las características del Yeti. Este razonamiento se puede aplicar a aquellos que defienden que el Yeti y todos los grandes simios que se avistan en otras partes del mundo (daría para un artículo mucho más extenso), son poblaciones residuales del Gigantophitecus, un simio gigante que se extinguió hace miles de años. 

En la difunta web de la Sociedad Española de Criptozoología se colgaron hace tiempo una serie de interesantes artículos donde se defendía la posibilidad de que el Yeti no fuese sino un Oso Pardo del Himalaya en su marcha bípeda y al que los testigos oculares han confundido debido a la falta de oxígeno, la mala visibilidad provocada por las tormentas de nieve y la sugestión. Visto en estas condiciones, un Oso que se levanta para otear el horizonte puede parecer un esquivo Yeti. 

Muchos se niegan a creer esta versión. La ven cogida con pinza. Pero hasta que no aparezca una prueba irrefutable de su existencia o no, el misterio del Yeti seguirá ahí, esperando a ser resuelto

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