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jueves, 24 de noviembre de 2011

El Tilacino, ¿clonación o supervivencia?

El Tilacino (Thylacinus cynocephalus), también conocido como Tigre de Tasmania o Lobo Marsupial formaba parte de la inmensa riqueza zoológica de Australia. Se trataba del gran depredador de la fauna australiana una vez extinguidos las grandes presas de las que se alimentaban los grandes predadores. Pese a que su aspecto pudiera hacernos pensar que este animal está emparentado con animales como el Lobo (Canis Lupus) o el Coyote (Canis Latrans) lo cierto es que estaba estrechamente emparentado con los marsupiales como el Koala (Phascolarctos Cinerus) o el único marsupial carnívoro que ha llegado hasta nuestros días: el Demonio de Tasmania (Sarcophilus Harrisii).


De esta muestra de la llamada evolución convergente (a un mismo problema la naturaleza presenta similares soluciones) se sabe poco o nada. Como a todo depredador que se precie se le presupone un buen sentido de la vista y del olfato con el que localizar a sus presas, a las que atacaba en solitario o en pareja. Su pelaje, de color pardo con rayas negras en los cuartos traseros le ayudaba a camuflarse. Contaba con 46 incisivos y unas mandíbulas que se podían abrir hasta 120º y que le permitían ingerir trozos de carne sin masticar. Se sabe que los machos eran más grandes y robustos que las hembras, que tenían un total de cuatro cachorros a los que criaban en la parte posterior de su abdomen. Pese a que no se conservan archivos sonoros , los colonos británicos afirman que emitía un ladrido similar al de un Fox Terrier. 

La llegada de los primeros seres humanos a Australia trajo consigo la llegada de un nuevo competidor, el Dingo (Canis Lupus Dingo). El Dingo, dotado de unas técnicas de caza mucho más avanzadas que los depredadores nativos australianos, acabó desplazando tanto al Tilacino como al Demonio de Tasmania a la remota isla de Tasmania y a la región de Kimberly, donde permanecieron confinados hasta la llegada en el S.XVIII de los primeros colonos británicos. 

La llegada del hombre blanco provocará un impacto mucho mayor en la fauna australiana que la de los aborígenes. Los británicos acusaron al Tilacino de atacar al ganado e iniciaron una serie de campañas de exterminio para acabar con lo que las autoridades consideraban una alimaña, de hecho las autoridades de Tasmania pagaban una libra por cada tilacino muerto. A medida que se hacía más y más escaso, numerosos zoos de Europa y Estados Unidos se interesaron en tener uno en sus colecciones. El Zoo de Londres pagó 150 libras por un ejemplar. 
El último Tilacino del que se tiene constancia fue capturado en 1933 y vendido al Hobart Zoo de Tasmania, donde vivió hasta 1936. El día de su muerte, las autoridades tasmanas declararon al Tilacino especie protegida. Pero era demasiado tarde, ese ejemplar, de nombre Benjamin es el último Tilacino vivo del que se tiene constancia. 

Sin embargo muchos criptozoológos señalan que quizás el Tilacino no se haya extinguido. Durante los últimos 70 años se han producido cerca de 300 avistamientos de supuestos Tilacinos: muchos de ellos eran falsificaciones, otros producto de la confusión de este animal con Dingos o Zorros (Vulpes Vulpes), pero de muchos de ellos no se ha podido demostrar su falsedad o que ese animal no sea un Tilacino. 

Paralelamente a estos avistamientos, una empresa privada y el Museo Nacional australiano iniciaron un ambicioso proyecto destinado a clonar al Tilacino. Lamentablemente, cuando se consiguió suficiente material genético para conseguir un ejemplar viable, el gobierno australiano suspendió el proyecto y la lamentable situación económica actual nos hace pensar que los indispensables fondos públicos necesarios para sacar adelante el proyecto tardarán en volver un tiempo. 

Lo cierto es que el pueblo australiano, ya sea mediante la clonación o mediante la esperanza de que haya sobrevivido en alguna remota región de su maravilloso país, se niega a despedir al Tilacino, uno de los iconos de la fauna australiana pese a estar oficialmente extinto. 

A continuación os dejamos tres vídeos, en el primero de ellos aparece Benjamin, el último Tilacino vivo del que se tiene constancia. Los otros dos corresponden a dos grabaciones de dos supuestos Tilacinos en tiempos relativamente recientes, uno de ellos son imágenes captadas por videoaficionados y otra, una grabación hecha por el zoológo Fernando González Sitges. La intención es que los lectores contrasten las tres grabaciones y saquen sus propias conclusiones. En otras palabras, fomentar el debate, que siempre es sano. 










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